Antes
que nada, quiero agradecer a todos los que me han seguido durante mis relatos y
en mi blog, lo que les voy a contar, es digno de contar.
Rápidamente
les platico lo que me sucedió el viernes.
Salí
del trabajo a la hora acostumbrada, preparé mis cosas y salí con mi jefe (Ing.
Reyes). Pero cuando estábamos en el elevador lo llaman de la dirección para una
reunión urgente y tuvo que quedarse, así es que después de discutir como 5
minutos con él, lo mandé al diablo y me fui muy molesta a mi casa.
Saliendo
de la oficina, camine como 3 cuadras y llego al paradero donde pasan los micros que van para mi casa; me subi al
micro, estaba lleno así es que tuve que irme parada más o menos a la mitad del
camioncito.
Debimos
haber pasado una 3 calles paramos para
subir pasaje. La gente comenzó a amontonarse y quedé como en medio de una lata
de sardinas, y lo digo literalmente; no solo porque estaba muy lleno el micro,
sino porque delante de mí había quedado un tipo que al parecer era albañil o
algo parecido, y lo digo por su aspecto y olor. Apestaba a rayos.
Continuamos
con el viaje, pero desgraciadamente era hora pico, 15:30 ya se imaginarán el calor tan sofocante que
había y la cantidad de autos que transitan a esta hora, todo esto hacía más
largo y tedioso el viaje.
Sentía
la mirada del tipo que estaba frente a mí y por más que quería yo disimular,
eran muy evidentes las intenciones que mostraba para con mi persona. Detrás de
mí iba una señora con bolsas de mandado, lo que me motivaba a moverme hacia
delante para que no me fuera a romper las pantimedias de color beige satinadas
que llevaba yo puestas, sobre todo porque eran nuevas y por lo menos pensaba
ponérmelas dos o tres ocasiones más. Pero en cada movimiento que hacía hacia
delante, el tipo de enfrente bajaba más su mano en la que sostenía una mochila.
Esto provocaba que rozara la parte anterior de mis muslos.
Mi
falda, como siempre muy chiquita y con poco vuelo, se comenzaba a mover al
compás con el cual él chico movía sus manos, hasta que en algún momento pudo
subirla hasta quedar solo sus dedos en una de mis piernas. Pensé que debía
relajarme y disfrutar el momento.
Cuando
él se dio cuenta que no puse mucha objeción entre mis piernas y sus dedos, los
roces, que al principio eran muy tenues, se hicieron más frecuentes y con más
vigorosidad. Su piel quemada por el sol comenzaba a hacer estragos en mi mente
y su olor comenzaba a gustarme. Algo así como a excitarme.
El
micro por momentos quedaba varado y por momentos avanzaba como a 10 km por
hora.
Se
acercaba más y más a mí cada vez que podía y hacía aire al exhalar por la
nariz, aire que depositaba cerca de mis orejas (un punto delicado para mí).
Dejó caer su mochila al suelo y con una sola mano se dedicó a acariciarme por
todo lo que podía hasta que llegó a donde yo quería.
Metió
su mano en mi entrepierna, exactamente en mi panocha, que para estas alturas ya
venía toda mojada, pero no crean que de excitación, sino del sudor que me había
provocado el calor del micro y el resto de la gente.
Al
sentir su mano en mí, pensé que la retiraría ya que como andoba en mía días ,
lógicamente la toalla femenina que traía puesta era evidente. Pero eso no le
importó, así es que siguió moviendo sus dedos y lo que me preocupaba es que me
moviera de lugar la toalla, no se me fuera a salir la menstruación y quedaría
toda manchada, eso si me hubiera dado mucha vergüenza, así es que en un momento
que estaba muy cercas de mí, le dije que con cuidado, que no quería ensuciarme.
Entendió lo que le pedí y muy lindo el chico, solo se dedicó a recorrer lo que
podía acariciar.
Llegamos
en un punto y ahí bajó mucha gente, entonces él se agachó para recoger su
mochila y bajar del camioncito; tomé un lugar al final del micro y cuando él
bajo, se acercó por a través del cristal, olió su mano, se metió tres dedos en
la boca y me sonrió. Una señora que se había sentado junto a mí, solo me dijo,
"Que tipo tan asqueroso", solo reí y asentí con la cabeza.
Llegando
mí esposo todavía andaba yo muy caliente
como siempre, terminó dándome una cogida como ya es su costumbre, tratarme como
una zorra, hablarme como una puta y dejarme toda llena de su lechita.
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Me incorporo y le sonrío metiéndome el pecho dentro del escote y bajándome el vestido que se me había subido. El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Al quitármelo me doy la vuelta de manera que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi panocha se encuentren frente a el.