lunes, 13 de noviembre de 2017

RICA COGIDA

Antes que nada, quiero agradecer a todos los que me han seguido durante mis relatos y en mi blog, lo que les voy a contar, es digno de contar.

Rápidamente les platico lo que me sucedió el viernes.

Salí del trabajo a la hora acostumbrada, preparé mis cosas y salí con mi jefe (Ing. Reyes). Pero cuando estábamos en el elevador lo llaman de la dirección para una reunión urgente y tuvo que quedarse, así es que después de discutir como 5 minutos con él, lo mandé al diablo y me fui muy molesta a mi casa.

Saliendo de la oficina, camine como 3 cuadras y llego al paradero donde pasan  los micros que van para mi casa; me subi al micro, estaba lleno así es que tuve que irme parada más o menos a la mitad del camioncito.

Debimos haber pasado una 3 calles  paramos para subir pasaje. La gente comenzó a amontonarse y quedé como en medio de una lata de sardinas, y lo digo literalmente; no solo porque estaba muy lleno el micro, sino porque delante de mí había quedado un tipo que al parecer era albañil o algo parecido, y lo digo por su aspecto y olor. Apestaba a rayos.

Continuamos con el viaje, pero desgraciadamente era hora pico, 15:30  ya se imaginarán el calor tan sofocante que había y la cantidad de autos que transitan a esta hora, todo esto hacía más largo y tedioso el viaje.

Sentía la mirada del tipo que estaba frente a mí y por más que quería yo disimular, eran muy evidentes las intenciones que mostraba para con mi persona. Detrás de mí iba una señora con bolsas de mandado, lo que me motivaba a moverme hacia delante para que no me fuera a romper las pantimedias de color beige satinadas que llevaba yo puestas, sobre todo porque eran nuevas y por lo menos pensaba ponérmelas dos o tres ocasiones más. Pero en cada movimiento que hacía hacia delante, el tipo de enfrente bajaba más su mano en la que sostenía una mochila. Esto provocaba que rozara la parte anterior de mis muslos.

Mi falda, como siempre muy chiquita y con poco vuelo, se comenzaba a mover al compás con el cual él chico movía sus manos, hasta que en algún momento pudo subirla hasta quedar solo sus dedos en una de mis piernas. Pensé que debía relajarme y disfrutar el momento.

Cuando él se dio cuenta que no puse mucha objeción entre mis piernas y sus dedos, los roces, que al principio eran muy tenues, se hicieron más frecuentes y con más vigorosidad. Su piel quemada por el sol comenzaba a hacer estragos en mi mente y su olor comenzaba a gustarme. Algo así como a excitarme.

El micro por momentos quedaba varado y por momentos avanzaba como a 10 km por hora.

Se acercaba más y más a mí cada vez que podía y hacía aire al exhalar por la nariz, aire que depositaba cerca de mis orejas (un punto delicado para mí). Dejó caer su mochila al suelo y con una sola mano se dedicó a acariciarme por todo lo que podía hasta que llegó a donde yo quería.

Metió su mano en mi entrepierna, exactamente en mi panocha, que para estas alturas ya venía toda mojada, pero no crean que de excitación, sino del sudor que me había provocado el calor del micro y el resto de la gente.

Al sentir su mano en mí, pensé que la retiraría ya que como andoba en mía días , lógicamente la toalla femenina que traía puesta era evidente. Pero eso no le importó, así es que siguió moviendo sus dedos y lo que me preocupaba es que me moviera de lugar la toalla, no se me fuera a salir la menstruación y quedaría toda manchada, eso si me hubiera dado mucha vergüenza, así es que en un momento que estaba muy cercas de mí, le dije que con cuidado, que no quería ensuciarme. Entendió lo que le pedí y muy lindo el chico, solo se dedicó a recorrer lo que podía acariciar.

Llegamos en un punto y ahí bajó mucha gente, entonces él se agachó para recoger su mochila y bajar del camioncito; tomé un lugar al final del micro y cuando él bajo, se acercó por a través del cristal, olió su mano, se metió tres dedos en la boca y me sonrió. Una señora que se había sentado junto a mí, solo me dijo, "Que tipo tan asqueroso", solo reí y asentí con la cabeza.


Llegando mí esposo todavía andaba yo  muy caliente como siempre, terminó dándome una cogida como ya es su costumbre, tratarme como una zorra, hablarme como una puta y dejarme toda llena de su lechita.












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Me incorporo y le sonrío metiéndome el pecho dentro del escote y bajándome el vestido que se me había subido. El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Al quitármelo me doy la vuelta de manera que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi panocha se encuentren frente a el.