Hola, les voy a contar una historia que ocurrió
hace unos años.
Tengo un marido que cuando está en casa me
satisface sexualmente pero, siempre he sido una mujer con un apetito sexual muy
grande, siempre me ha gustado que los hombres me admiren y me deseen.
Sucedió cuando conocí a un compañero de trabajo de
mi marido, llamado Miguel, es un hombre delgado, pero con un buen físico, bien
parecido.
Desde la primera vez que me vio, en una reunión de
la oficina donde trabaja mi esposo, sentí que llamé su atención, no dejaba de
mirarme, en un momento que quedé sola, se acercó y comenzó a hacerme plática,
me hacía comentarios muy halagadores. Me pidió mi teléfono y me dijo que si
podía llamarme, le dije que sí, pensando que no la haría.
A los pocos días, recibí una llamada, era Miguel,
me dijo que no había dejado de pensar en mí, que realmente deseaba verme. Me
invitó a tomar un café, yo accedí, ya que, la situación me excitaba y, además,
él me gustaba.
Llegué a la cita en el café, Miguel me esperaba. Platicamos por un rato,
finalmente fue directo y me dijo que yo le gustaba mucho, que lo que más
deseaba, si yo quería, era hacer el amor conmigo.
Aunque yo esperaba una situación así, no pude
evitar sentirme ruborizada, pero la verdad, al imaginarme estar en la intimidad
con este hombre que me gustaba, comencé a sentir mi panocha mojarse, así que
acepté.
Nos trasladamos en su auto a un hotel en la salida
de la ciudad, al llegar a la habitación, apenas cerró la puerta, Miguel comenzó
a besarme, en la boca, en el cuello, me desabotonó la blusa, me levantó el
sostén y comenzó a chuparme los pezones con fuerza, para este momento, ya me
sentía completamente excitada y él no dejaba de succionar mis pezones, iba de
uno a otro y de regreso.
Yo terminé de quitarme la blusa y el sostén,
mientras Miguel seguía entretenido con mis tetas. Al mismo tiempo, me quitó la
falda, quedándome solamente con mi tanga puesta.
Yo seguía de pié, Miguel se puso de rodillas frente
a mí, en esta posición, alcanzaba a chupar mis pezones, besar mi vientre y, con
sus manos acariciar mis nalgas y piernas.
Yo estaba a punto de ebullición, cuando me quitó la tanga, quedando completamente
desnuda, él cambió de posición, se puso detrás de mí y me besaba las nalgas, al
tiempo que me metía el dedo en la panocha. Metía y sacaba con fuerza, yo
comencé a agarrarme las tetas y apretarme los pezones de la excitación.
Casi sin darme cuenta, Miguel ya se encontraba
también completamente desnudo, entonces se puso de pié, se situó frente a mí,
comenzó a besarme y me abrazó fuertemente, fue entonces que me frotó su verga
en mi pubis, la sentí muy dura y grande, inmediatamente se la agarré, para mi
sorpresa, no la alcancé a rodear con mi mano, inmediatamente, sentí deseos de
verla y oh sorpresa, tenía una mega verga, con una cabeza enorme la cual
parecía que le reventaría.
Les confieso que ante esto, sentí deseos que me la
metiera inmediatamente, pero también sentí deseos de tenerla en mi boca, así
que, opté por la segunda opción. Cuando la introduje en mi boca, casi no me
cabía, tuve que abrir bastante la boca para que cupiera ese gran pedazo de carne,
succioné y succioné, Miguel solamente gemía y me decía lo bien que lo hacía,
modestia aparte, siempre me he sido muy buena para mamar verga, cuando menos es
lo que me dicen mis amantes.
De pronto, me invitó a la cama, me recostó y se acomodó
metiendo su cara en mi entrepierna, hicimos un largo y riquísimo 69, me vine
hasta en dos ocasiones, finalmente, ya no pude más y se lo pedí, le dije;
¡Méteme la verga ya por favor!, él me dijo; ¡Claro que sí mamacita!, esperaba
que me lo pidieras.
se acomodó encima de mí, en la posición de
misionero, cuando me metió su gran palo, enorme y duro, primero sentí dolor, no
pude evitar lanzar un gemido, pero inmediatamente esa verga larga y ancha, ya
estaba entrando y saliendo como en su casa, apenas tenía unos cuantos embates
cuando sentí que me venía, entonces tuve el mejor orgasmo de mi vida, no podía
parar, Miguel no dejaba de meter y sacar la verga de mi panocha, con un ritmo
intenso, yo veía luces, estrellas, truenos, no paraba de gritar.
Cuando este orgasmo terminó, se puso de rodillas
frente a mí, sin sacarme la verga, puso mis piernas sobre sus hombros, y
comenzó a moverse frenéticamente, yo sentía como esa enorme verga entraba y
salía, llenándome de placer, me sentía mojadísima y caliente, y Miguel seguía
mete y saca su enorme palo de mi panocha.
Tuve otros dos orgasmos, iguales al anterior, de
pronto, comenzó a gemir y moverse con más fuerza, adiviné que estaba a punto de
venirse, ¡Dámelos todos papacito!, le grité. En el último momento, sacó la
verga de mi panocha y me lanzó un chorro de leche sobre mi estómago, casi me
llega hasta la boca, siguió lanzando leche sobre mi pubis hasta que se vació.
Se tiró a un lado de mí, nos besamos y nos
acariciamos por un rato, de pronto, ya estaba otra vez esa verga como un
fierro, dura y lista para continuar.
Esta vez, me fui arriba de Miguel, acomodé su
enorme verga entre los labios de mi panocha, que seguía muy mojada y lista para
ser penetrada. Con un movimiento, la metí lentamente , comencé a moverme
lentamente, sentía como me llenaba todos los rincones de mi , ese enorme pedazo
de carne, dura y caliente, me sorprendía de que me cupiera y la aguantara dentro
de mí, comencé a sentir que venía en camino otro orgasmo, aumenté la intensidad
de mis movimientos, y me vine nuevamente, larga e intensamente, en este momento
ya no podía parar, perdí la cuenta de cuantos orgasmos tuve, finalmente después
de un buen rato en esta posición, me cansé, me bajé y me acomodé de a perrito
Él lo entendió inmediatamente, y se acomodó detrás
de mí, aquí ya no hubo contemplaciones, me clavó su gran palo de una sola
embestida, al tiempo que yo lanzaba un fuerte grito de dolor mezclado con
placer, le grité; ¡No mames cabrón, que rico me la metiste!, ¡Dame con todo
papacito!, Miguel muy obediente me dio con todo, tal como yo se lo pedí,
durante mucho tiempo, siguió dándome y dándome, y yo, viniéndome y viniéndome,
mis tetas colgaban y se balanceaban, chocando una contra otra, de pronto, sentí
dentro de mi panocha algo caliente, al tiempo que Miguel gemía fuertemente,
dejándome dentro una buena dotación de su leche.
Quedamos tirados durante varios minutos sobre la
cama, mirándonos desnudos en el espejo del techo, completamente exhaustos y
extasiados de placer. Después de un rato nos vestimos y salimos del Hotel.
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Me incorporo y le sonrío metiéndome el pecho dentro del escote y bajándome el vestido que se me había subido. El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Al quitármelo me doy la vuelta de manera que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi panocha se encuentren frente a el.