viernes, 3 de julio de 2015

SOY INSACIABLE


Hola, les voy a contar una historia que ocurrió hace unos años.
Tengo un marido que cuando está en casa me satisface sexualmente pero, siempre he sido una mujer con un apetito sexual muy grande, siempre me ha gustado que los hombres me admiren y me deseen.
Sucedió cuando conocí a un compañero de trabajo de mi marido, llamado Miguel, es un hombre delgado, pero con un buen físico, bien parecido.
Desde la primera vez que me vio, en una reunión de la oficina donde trabaja mi esposo, sentí que llamé su atención, no dejaba de mirarme, en un momento que quedé sola, se acercó y comenzó a hacerme plática, me hacía comentarios muy halagadores. Me pidió mi teléfono y me dijo que si podía llamarme, le dije que sí, pensando que no la haría.
A los pocos días, recibí una llamada, era Miguel, me dijo que no había dejado de pensar en mí, que realmente deseaba verme. Me invitó a tomar un café, yo accedí, ya que, la situación me excitaba y, además, él me gustaba.
Llegué a la cita en el café, Miguel  me esperaba. Platicamos por un rato, finalmente fue directo y me dijo que yo le gustaba mucho, que lo que más deseaba, si yo quería, era hacer el amor conmigo.
Aunque yo esperaba una situación así, no pude evitar sentirme ruborizada, pero la verdad, al imaginarme estar en la intimidad con este hombre que me gustaba, comencé a sentir mi panocha mojarse, así que acepté.
Nos trasladamos en su auto a un hotel en la salida de la ciudad, al llegar a la habitación, apenas cerró la puerta, Miguel comenzó a besarme, en la boca, en el cuello, me desabotonó la blusa, me levantó el sostén y comenzó a chuparme los pezones con fuerza, para este momento, ya me sentía completamente excitada y él no dejaba de succionar mis pezones, iba de uno a otro y de regreso.
Yo terminé de quitarme la blusa y el sostén, mientras Miguel seguía entretenido con mis tetas. Al mismo tiempo, me quitó la falda, quedándome solamente con mi tanga puesta.
Yo seguía de pié, Miguel se puso de rodillas frente a mí, en esta posición, alcanzaba a chupar mis pezones, besar mi vientre y, con sus manos acariciar mis nalgas y piernas.
Yo estaba a punto de ebullición, cuando  me quitó la tanga, quedando completamente desnuda, él cambió de posición, se puso detrás de mí y me besaba las nalgas, al tiempo que me metía el dedo en la panocha. Metía y sacaba con fuerza, yo comencé a agarrarme las tetas y apretarme los pezones de la excitación.
Casi sin darme cuenta, Miguel ya se encontraba también completamente desnudo, entonces se puso de pié, se situó frente a mí, comenzó a besarme y me abrazó fuertemente, fue entonces que me frotó su verga en mi pubis, la sentí muy dura y grande, inmediatamente se la agarré, para mi sorpresa, no la alcancé a rodear con mi mano, inmediatamente, sentí deseos de verla y oh sorpresa, tenía una mega verga, con una cabeza enorme la cual parecía que le reventaría.
Les confieso que ante esto, sentí deseos que me la metiera inmediatamente, pero también sentí deseos de tenerla en mi boca, así que, opté por la segunda opción. Cuando la introduje en mi boca, casi no me cabía, tuve que abrir bastante la boca para que cupiera ese gran pedazo de carne, succioné y succioné, Miguel solamente gemía y me decía lo bien que lo hacía, modestia aparte, siempre me he sido muy buena para mamar verga, cuando menos es lo que me dicen mis amantes.
De pronto,  me invitó a la cama, me recostó y se acomodó metiendo su cara en mi entrepierna, hicimos un largo y riquísimo 69, me vine hasta en dos ocasiones, finalmente, ya no pude más y se lo pedí, le dije; ¡Méteme la verga ya por favor!, él me dijo; ¡Claro que sí mamacita!, esperaba que me lo pidieras.
se acomodó encima de mí, en la posición de misionero, cuando me metió su gran palo, enorme y duro, primero sentí dolor, no pude evitar lanzar un gemido, pero inmediatamente esa verga larga y ancha, ya estaba entrando y saliendo como en su casa, apenas tenía unos cuantos embates cuando sentí que me venía, entonces tuve el mejor orgasmo de mi vida, no podía parar, Miguel no dejaba de meter y sacar la verga de mi panocha, con un ritmo intenso, yo veía luces, estrellas, truenos, no paraba de gritar.
Cuando este orgasmo terminó, se puso de rodillas frente a mí, sin sacarme la verga, puso mis piernas sobre sus hombros, y comenzó a moverse frenéticamente, yo sentía como esa enorme verga entraba y salía, llenándome de placer, me sentía mojadísima y caliente, y Miguel seguía mete y saca su enorme palo de mi panocha.
Tuve otros dos orgasmos, iguales al anterior, de pronto, comenzó a gemir y moverse con más fuerza, adiviné que estaba a punto de venirse, ¡Dámelos todos papacito!, le grité. En el último momento, sacó la verga de mi panocha y me lanzó un chorro de leche sobre mi estómago, casi me llega hasta la boca, siguió lanzando leche sobre mi pubis hasta que se vació.
Se tiró a un lado de mí, nos besamos y nos acariciamos por un rato, de pronto, ya estaba otra vez esa verga como un fierro, dura y lista para continuar.
Esta vez, me fui arriba de Miguel, acomodé su enorme verga entre los labios de mi panocha, que seguía muy mojada y lista para ser penetrada. Con un movimiento, la metí lentamente , comencé a moverme lentamente, sentía como me llenaba todos los rincones de mi , ese enorme pedazo de carne, dura y caliente, me sorprendía de que me cupiera y la aguantara dentro de mí, comencé a sentir que venía en camino otro orgasmo, aumenté la intensidad de mis movimientos, y me vine nuevamente, larga e intensamente, en este momento ya no podía parar, perdí la cuenta de cuantos orgasmos tuve, finalmente después de un buen rato en esta posición, me cansé, me bajé  y me acomodé de a perrito
Él lo entendió inmediatamente, y se acomodó detrás de mí, aquí ya no hubo contemplaciones, me clavó su gran palo de una sola embestida, al tiempo que yo lanzaba un fuerte grito de dolor mezclado con placer, le grité; ¡No mames cabrón, que rico me la metiste!, ¡Dame con todo papacito!, Miguel muy obediente me dio con todo, tal como yo se lo pedí, durante mucho tiempo, siguió dándome y dándome, y yo, viniéndome y viniéndome, mis tetas colgaban y se balanceaban, chocando una contra otra, de pronto, sentí dentro de mi panocha algo caliente, al tiempo que Miguel gemía fuertemente, dejándome dentro una buena dotación de su leche.

Quedamos tirados durante varios minutos sobre la cama, mirándonos desnudos en el espejo del techo, completamente exhaustos y extasiados de placer. Después de un rato nos vestimos y salimos del Hotel.


























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Me incorporo y le sonrío metiéndome el pecho dentro del escote y bajándome el vestido que se me había subido. El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Al quitármelo me doy la vuelta de manera que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi panocha se encuentren frente a el.