Al fin, hora de salir del trabajo.
A pesar de ser viernes por la noche no tenía
nada planeado así que decidí ir a casa a descansar un poco, había tenido una
semana complicada así que mejor aprovechar el tiempo. Baje de la oficina hasta
el estacionamiento, subi todo al carro y lo arranque teniendo en mente como
única meta mi querido y adorado hogar.
Al llegar a casa, me desvestí y tome un
reconfortante baño, lo necesitaba demasiado ya que había sido un largo día de
trabajo y relajación era lo ideal para mí y como estaba sola. Luego de una
deliciosa ducha, me tumbe en la cama con la toalla cubriendo una cuarta parte
de mis pechos, de pronto sentí una excitación enorme e instintivamente empecé a
acariciar mi panocha. Se sentía muy bien, poco a poco las caricias fueron aumentadas,
aparte la toalla y quede totalmente desnuda en la cama con una mano dándome
placer y la otra acariciando mis pechos. Sentí como mi panocha se iba
humedeciendo al punto que fácilmente introduje un dedo y un gemido logro
escaparse de mí. Era una sensación única, mi excitación aumentaba y no paraba
de moverme. Decidí introducir dos dedos... Oh por Dios... Delicioso... Mi
cuerpo reaccionaba de maravilla a la visita de aquellos 2 intrusos que no
tenían otra misión que acariciarme y darme placer.
Mis movimientos se volvieron frenéticos
y desesperados, mi cuerpo empezaba a entumecerse... Estaba cerca, no podía
contenerlo más y con un grito deje escapar aquel orgasmo reprimido de hace un
par de semanas, acompañado por la tensión del trabajo.
Aun rendida en la cama, con el cuerpo
brillando por el sudor quede rendida y caí dormida. Jamás había disfrutado
tanto al dormir como aquella noche, conmigo misma.
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Me incorporo y le sonrío metiéndome el pecho dentro del escote y bajándome el vestido que se me había subido. El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Al quitármelo me doy la vuelta de manera que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi panocha se encuentren frente a el.